Hormigas
Gráfica de gran formato
Por la manera en que manipula la materia pictórica sobre el lienzo, o por su violenta maestría para tallar la madera y aderezarla exquisitamente con chatarra, lo que fija en la memoria la destreza creativa de Sergio Garval no es tanto la visión de un apocalipsis ya palpable en ciertos territorios; primordialmente, el diálogo con las obras de este artista seduce al participante por su resolución poética ante el desastre, y por su capacidad para establecer en un tiempo de penuria una habitación propia, digna de alojar a una humanidad que no sabe cómo establecer —después de tantos milenios— su residencia en la tierra.
Jorge Pech
Flores rotas
La obra de Sergio Garval tiene la cualidad de tocar los espacios vetados de la sociedad. Los personajes que habitan su trabajo nacieron en un mundo muy diferente al que hoy habitan. Como seres mutantes de espacios ahora depauperados, cada uno de ellos sabe a la perfección el papel que debe desempeñar en este nuevo mundo extraño en el que ahora existen.
Llenos aún de vitalidad y preparados para ser una parte armónica del paisaje, encontramos que ninguno de ellos está agonizante. Si acaso sus cuerpos y vestimentas delatan una extraña depauperación que se separa de su ánimo protagónico. En cada escena, en cada caso, todos quienes aparecen en estas obras juegan un claro papel para el que parecería que han ensayado por años.
Santiago Espinosa de los Monteros
Residuos del viento
En la obra de Garval el humor y la tragedia llevados hasta el absurdo o a un clímax ridículo-fantástico que contrasta con el dramatismo de sus esculturas, dan una vuelta de tuerca al sentido o sentidos de sus figuraciones del final de las aspiraciones humanas, cuya ironía bien podría provenir de un cruce de influencias de distintas jerarquías, como sería el de la pintura culta y el cine de anticipación, sobre todo por la digitalización de efectos especiales de películas sobre desastres, que ha desplegado un horizonte imaginativo más allá de las fronteras de las disciplinas artísticas pese a las diferencias entre sus respectivos lenguajes y objetivos.
Luis Carlos Emerich
Días de compras
La obra de Sergio Garval tiene la cualidad de tocar los espacios vetados de la sociedad. Los personajes que habitan su trabajo nacieron en un mundo muy diferente al que hoy habitan. Como seres mutantes de espacios ahora depauperados, cada uno de ellos sabe a la perfección el papel que debe desempeñar en este nuevo mundo extraño en el que ahora existen.
Llenos aún de vitalidad y preparados para ser una parte armónica del paisaje, encontramos que ninguno de ellos está agonizante. Si acaso sus cuerpos y vestimentas delatan una extraña depauperación que se separa de su ánimo protagónico. En cada escena, en cada caso, todos quienes aparecen en estas obras juegan un claro papel para el que parecería que han ensayado por años.
Santiago Espinosa de los Monteros
La Bestia
Vivimos en un mundo maniqueo, en una cultura reduccionista en la que se prefieren los lenguajes sencillos, las obras fáciles, la clasificación sin problemas y eso es lo que algunas galerías y museos privilegian por cumplir con el mercado. La obra de Garval, por el contrario, nos devuelve la humanidad completa por cuanto se niega a participar de las limitaciones de la imagen mediatizada. Y al resolver el asunto de manera sobresaliente, complaciéndonos por su manejo plástico del espacio pictórico y de la figura humana, al atreverse a abordar lo oscurito, la sombra de la que hablaba Jung, pone el dedo en la llaga de la cultura contemporánea y complementa la cultura artística contemporánea con una muy fresca propuesta.