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Solo de ida

Pasmoso por el esfuerzo implícito en el sostenimiento  y elevación del nivel de calidad de su obra, sobre todo por la de gran formato, y prolífico pese a la cantidad de tiempo que lleva su concepción y realización, además de sus incursiones igualmente magistrales en diversas disciplinas, Sergio Garval evidencia que la necesidad de la expresión pictórica es inmanente a lo humano y, como tal, no se extinguirá a causa de una condena estético-filosófica siempre diferida por la presentación de pruebas activas en su contra, sino porque nada ha interrumpido el surgimiento de vocaciones pictóricas que, como la suya, seguirán explorando y encontrando los modos de consumarlas tan significativamente como presume “filosofar” el arte conceptual y objetual. Las nuevas tecnologías de las artes visuales tienen sus propios discursos, los cuales, lejos de oponerse a los atributos privativos de la pintura y la escultura, los exaltan por contraste. Si la obra de Garval comunica y estimula la reflexión sobre la condición humana se debe a la sensibilidad crítica con que percibe el acontecer mundial y a la lucidez de sus transposiciones poéticas. De allí que el espíritu profético que pudiera alentar su obra, también es aplicable al arte mismo de la pintura frente al tsunami de su hiperintelectualización.

Luis Carlos Emerich

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Ozymandias

Una de las primeras cosas que llegan hasta nosotros, de manera brutal y sin concesiones, es el trazo enérgico de la pintura de Sergio Garval. Este carácter recio con el que aborda no sólo a quienes habitan en su pintura sino las situaciones en la que se devienen las más crudas escenas, le hacen ser uno de los creadores actuales más llamativos en cuanto a su mirada descarnada a una sociedad que no tolera más los beneplácitos ramplones.
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Una estructura interna nos delata un autor consecuente con su temática. De la misma manera en la que su trabajo no deja espacio para la complacencia, tampoco lo dejan los asuntos que aborda.

Rafael Alfonso Pérez y Pérez

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Náufragos

El encuentro con su más que dramático trabajo me hizo colegir que se puede hablar de eficacia de la obra artística cuando ésta provoca un choque entre lo captado por el intelecto y lo asimilado por los sentidos: cuando va desatándose uno de los nudos de lo humano que suelen pasar desapercibidos en la inmensidad del mar de imágenes que nos abruman cotidianamente. La emoción estética que provoca el trabajo de Sergio Garval es contundente a pesar de la dureza de los temas a los que se atreve. Sus piezas son de esas que no se pueden soltar fácilmente.

María Helena Noval

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Exquisitos pepenadores

La obra de Garval transmite una sensación de milagrosa subsistencia en medio de una hecatombe. Testigo ante un desastre que se adivina inconmensurable, el pintor elige afrontar esa calamidad con talante que incorpora al luto una feroz sonrisa. En una época definida por el derrumbe de los prestigios, ¿qué defensa nos queda sino la risa del sobreviviente a una inexorable devastación? Carcajada dolida y sin fundamento, pero cuya carga energética supera el abandono del llanto o el desgarramiento del grito. Instalados en el ocaso, no vienen mal a nuestro claroscuro —cada vez más opaco— los fogonazos de una pintura luminosamente insatisfecha, como la de Sergio Garval.

Jorge Pech

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Atmósfera Cero

El ciclorama blanco que les circunda a quienes habitan la serie de Atmósfera Cero se convierte, literalmente, en la nada dentro de la que deben interactuar personas comiendo o simplemente mirándose entre sí. Las mujeres de las dos piezas que llevan por nombre “El espejo”, ambas de 2008, están asidas a su propio reflejo, como si aferrándose de su imagen se fueran a salvar. Están sujetas sólo a aquello que las representa, a la idea de sí mismas, idealizadas figuras ficticias que morirán solidarias en el mismo, exacto instante en el que mueran quienes les sujetan.

 

En suma, la obra de Sergio Garval tiene la cualidad de tocar los espacios vetados de la sociedad. Los personajes que habitan su trabajo nacieron en un mundo muy diferente al que hoy habitan. Como seres mutantes de espacios ahora depauperados, cada uno de ellos sabe a la perfección el papel que debe desempeñar en este nuevo mundo extraño en el que ahora existen.

Santiago Espinosa de los Monteros

Herederos de Caín

Sin duda uno de los aportes más importantes es su cruda mirada hacia representantes de la iglesia católica. Se trata de prelados en situaciones adversas, rota por completo la acartonada manera en la que suelen ser tratados por los medios de difusión y muy lejana al respeto que muchas veces sin merecer solicitan. Ya lo hemos visto, son protagonistas con frecuencia de escándalos oscurantistas, nexos con las mafias, defensores de las causas más incoherentes (la prohibición sistemática en el uso del condón sería quizá un botón de muestra), y pedofilia amplia y profusamente documentada, aunque de igual manera perdonada en el manto púrpura de una estructura eclesiástica que se niega a someterse a las leyes y adaptarse a la contemporaneidad.

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Sergio Garval es uno de los creadores que ha preferido poner las cosas en claro a partir de su obra y sin dar tregua a quienes quisieran leer en su trabajo bidimensional sólo esa parte de la historia en la que se nos refieren artificiosas situaciones idílicas, lejanísimas de la realidad. Sin ser documento, nos informa, y sin ser sólo alegoría nos ilustra y refiere. Leamos con cuidado, hay que tener claro que la hostilidad puede tener muchas facetas. Una de ellas es esta maravillosa y perversa posibilidad de convivencia con obras que nacen de una personal y honesta confidencia; declaración de principios: delación fundamental de un mundo que a veces queremos desatender.

Rafael Alfonso Pérez y Pérez

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Tierra Baldía

En Tierra Baldía (The Waste Land), así como en las imágenes del gran poeta T.S. Eliot, nos describen, según cita el antropólogo Roger Batra, la crisis que va fracturando a la modernidad durante el siglo xx hasta alcanzar la tierra baldía de la modernidad , en la obra de Garval, con su belleza cruel, nos remitimos a este territorio seco, árido y resquebrajado, poblado de fracturas fantasmales, de desgaste y herrumbre, que espera ser rescatado y transformado , después del derroche , la inmensidad de lo superfluo, y del vacío causado por el consumismo.

Guillermo Sepúlveda

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Rituales

La vista siempre debe aprender de la razón. 


Johannes Kepler

Sergio Garval retrata a través de su obra escenas colectivas o conglomerados situados entre vida y teatro, repletas de personajes anónimos y llenas de sutilezas y ambigüedades, ligando la imagen a la transitoriedad, mediante formas descoyuntadas poderosamente espontáneas, que podrían situarse dentro de un planteamiento goyesco, en el que se reconoce el drama agudo, franco y expresivo de la condición humana; así como la visión negativa de la experimentación vital, la indefensión, la soledad y el sarcasmo, que dotan de gran sentido trágico a la representación existencial del hombre.

En su obra puede apreciarse el enérgico empleo de la luz y del color, para conseguir ambientes de gran violencia formal y de contenido. En ella se aprecia la intención de liberación para transferir al trabajo sentimiento y subjetividad en predominio sobre la razón, expresando así emociones desgarradoras.

Sergio Garval es creador de un discurso personal y postmoderno que podría situarse dentro del neoexpresionismo, en el que poética y agudeza se conectan imprescindiblemente, para revelarnos la paradoja que se establece entre la subjetividad y la objetividad, ofreciéndonos una dilogía visual de amplios significados, cargada de yuxtaposiciones e imágenes metafóricas poderosamente intuitivas, que nos permiten huir para instalarnos en un mundo artificial no idealizado. A pesar de su aparente veracidad, abre en su obra la puerta de la locura y la pasión, propias de la condición humana, para alejarlo de lo convencional.

Garval es un artista poseedor de una visión profunda y trágica, así como de un lenguaje de complejidad compositiva y pictórica, en el que recoge las lecciones de un realismo de carácter emocional y expresivo, para manifestar un deseo incontenible de devastar y examinar la expresión del ser, a través de la deformación de las imágenes, transmitiéndonos la otra verdad, la suya, poblada de personajes grotescos que rozan a lo caricaturesco; entes poseedores de un irónico sentido del humor, en los que cada detalle ilógico agregado a través de sus deformaciones, producto de su fabulación plástica, delatan una mirada diestra en captar los valores del entorno adyacente, el que sí existe. Poniendo así de manifiesto su libertad absoluta para reproducir y distorsionar a través del dominio técnico en el que establece un diálogo entre los elementos formales y conceptuales.

Para Sergio Garval “los personajes participan en diferentes contextos, que los vinculan en una acción obsesiva de un acto, en algunos casos repetitivos. El acontecimiento, las circunstancias y las situaciones se convierten en manifestaciones rituales”.

Esa teatralidad en la que Sergio Garval funda sus imágenes, tiene su origen en la herencia griega procedente del mundo ritual, la cual aporta a esta muestra la idea propia de la contemplación y especulación del que acude, el impacto y la reflexión de la creación plástica. Es así como podemos decir que a través de su obra, como toda expresión que se convierte en lenguaje, busca en la imagen ritualizada, analógica y cíclica, aquella que se contagia de magia, generando un artificio ajeno al criterio de veracidad.

Rafael Alfonso Pérez y Pérez

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