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Solo de ida

Rafael Alfonso Pérez y Pérez

En la obra de Sergio Garval se aprecia un dualismo en el que diverge la sensibilidad profana y lo artístico, este último, entendido como una característica propia de quien desarrolla un talento singular para la creación plástica, y en el que el artista halla un nivel psicológico de comunicación y receptividad: la introversión y la extroversión de su pensamiento, planteando las preocupaciones éticas y humanas como su propio ideal o motivo.

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En ella encontramos un reflejo que, sin pretender ilustrar lo literario, devela una clara influencia o acercamiento al drama shakesperiano; lo que le otorga a su trabajo esa visión orgánica de naturaleza humana, centrado en el espíritu de este tiempo y en el que las emociones convertidas en iconografías y que llegan al espectador, se hacen polisémicas; una experiencia reflexiva que le devuelve a la lectura visual la humanidad, el humor, lo tenebroso, lo sublime y la nobleza trágica. Asimismo, encontramos formas indefinidas que parten de la narración retórica, la cual se convierte en arte visual en su pintura, concebidas siempre como modos simbólicos de expresión: la creación de una imagen para significar un sentimiento, crítica o visión. Es así como Sergio Garval establece estas lecturas simbólicas productos de su nivel de conciencia sobre la realidad, representadas en imágenes poéticas-plásticas teatralizadas no esquemáticas, sino a través de un procedimiento efectivo de composición basado en el “buen oficio de la pintura”.

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Su apego al naturalismo es creado a través de una impresión óptica, mediante trazos gestuales en los que se develan la aportación íntima del artista sobre la estructura de la obra. Su trabajo está basado en la liberación del encuadre a formas establecidas, así como en la intención de crear una aproximación a la realidad, estableciéndose como una actitud personal frente a lo objetivo.

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Su habilidad y talento para las trascripciones naturalistas prescinde de la sujeción al modelo, ya que es capaz de resolver la imagen de modo mental, trasladando la resolución en una síntesis. Imágenes que poseen un factor constante o un sistema de formas con una cualidad y una expresión significativa, que se develan bajo lo que conocemos como “estilo”, y en las que se puede ver claramente la personalidad del artista.

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Garval es un artista poseedor de una visión profunda y trágica; un lenguaje de complejidad compositiva y gráfica, en el que recoge las lecciones de un realismo de carácter emocional y expresivo, para manifestar un deseo incontenible de devastar y examinar la expresión del ser, a través de la deformación de las imágenes, transmitiéndonos la otra verdad, la suya.

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Un discurso personal y postmoderno que podría situarse dentro del neo expresionismo, en el que poética y agudeza se conectan imprescindiblemente, para revelarnos la paradoja que se establece entre la subjetividad y la objetividad. Ello materializado por las improntas en un profundo proceso de cambio y manipulación de las planchas matrices sobre las que incide para otorgar dibujos en originales múltiples.

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La belleza de su obra no radica en una estética entendida en el parámetro de lo común, o sea, como una experiencia sensorial por la que el espectador percibe una sensación de placer o de satisfacción, sino en la armonía, la proporción y la unidad, que se establecen como un paradigma de ideal más intelectual que formal, con una fuerza y vitalidad magnífica y sugestiva, mediante las cuales eleva su obra sobre el caos y la accidentalidad, e incluso de lo grotesco y lo  circundante, otorgándole a cada escena una trascendencia en la conciencia humana.   

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Imágenes metafóricas poderosamente intuitivas, que nos permiten huir para instalarnos en un mundo artificial no idealizado. Obras basadas en la captación del entorno cotidiano, interpretado desde un tono poético lo humano.

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